Surgió en una invitación de mi muy estimado carnal de batallas, una amiga de él lo invitó a la fiesta de la Candelaria. El viaje inició por ahí de las 14 horas en un sábado 3 de febrero del año 2007. Pasamos El Arenal (compramos tequila), pasamos Tequila, Magdalena y arribamos a Hostotipaquillo a las 17:30 horas. Las calles tenían carga pesada de autos, era difícil encontrar estacionamiento y la familia que nos invitó era una incógnita pues no sabíamos dónde estaba. Estacionamos el poderoso Pointer de mi carnal de batallas y proseguimos en la búsqueda de la casa.
En la búsuqeda, decidimos comprar unos cigarros. “Señora dos cigarros”, la señora de la tienda de muy mala gana entrega los cilindros mortales. “Señora la molesto con unos cerillos por favor” y la dama de la tienda contesta “¡uy quieres el remedio y el trapito!” y entregó unos cerillos. Muy atenta y hospitalaria, sabe atender al turismo.
Cuando caminamos por las calles de aquel lugar, en un momento dado me sentí observado, como que no éramos parte del folclor. De broma le dije a mi buen amigo “pues deja sacar mi propaganda comunista, ya es momento de predicar” y pues nomás nos reímos. Risa nerviosa, pues me acordé de “Canoa”, así es que procuré decir mis comentarios blasfemos y sarcásticos para el regreso a casa.
Preguntando por la maestra (la mamá de la amiga de mi amigo) llegamos a la casa que nos daría hospedaje esa noche. Entramos e iniciamos los protocolos de presentación “hola mi nombre es y me dedico a”. Terminando los protocolos, salimos a dar el rol por los caminos de Hosto hasta llegar a la plaza de toros. Durante una hora contemplamos el folclor de la fiesta y cinco becerros que tiraban hombres montados en sus caballos.
Terminando ese rol, llegamos a la casa de la amiga de mi amigo y cenamos tostadas raspadas con frijoles, crema y queso. Las muchachas se arreglaron y salimos a darle vueltas a la plaza. La plaza era pequeña y estaba repleta de gente caminando, comiendo, cantando, bailando y cubriéndose del frío.
Había unas 15 bandas alrededor de la plaza y cada una tocaba según lo que el contratante pedía. La vuelta a la plaza era distinta a lo que imaginaba, las mujeres caminaban alrededor del quiosco y los hombres las cortejaban tocando el mentón o arrojando confeti a la cabeza (algunos salvajes casi dislocan cuellos).
Lo he dicho en varias ocasiones, yo no bailo, y la fiesta se puede decir que era un gran baile, así es que durante mucho tiempo me la pasé sentadote viendo bailar a la gente. Lo peor viene después, porque de tanto líquido me dieron ganas de hacer una escala técnica, pero, como no conocía el lugar no sabía donde proceder con mis necesidades.
Mi cara se trasformó, parecía el más amargado de la fiesta (además de que no bailaba) pero mi realidad era que no había un baño cerca. Le dije a mi amigo “voy a la comandancia”. Llego y le digo al policía “jefe, me estoy meando y no se dónde hay un baño” y en lo que le dije mi angustiosa pregunta una mujer policía contesta “hay uno a la vuelta” contesto inmediatamente y muy desesperado “no soy de aquí, no se dónde es esa vuelta dígame dónde por favor”. La mujer policía me dice “pasa a la celda uno”. Llegué, no había nadie, me acerqué al retrete (hecho de concreto) y terminé con el suplicio.
Saliendo de la comandancia feliz y aliviado, pretendía seguir caminando. La fiesta continuó hasta las tres de la mañana (la de nosotros). Al otro día, a las siete de la mañana, partimos a Guadalajara (yo tenía un compromiso) desayunamos en Magdalena, y después contemplamos la carretera fría y la neblina en algunos pueblos.
Buen viaje que deja buenas lecciones, siempre localiza los baños, aprende a bailar banda si vas a una fiesta de pueblo en Jalisco y, por ningún motivo, hagas un debate de la existencia de Dios si estás en una fiesta de pueblo.