La secundaria, la recuerdo como una época oscura, la época medieval en muchos sentidos, ya no era la niñez inocente sino la adolescencia conflictiva, retadora e inconsistente.
Ahora bien, no del todo oscuro o medieval, recuerdos buenos hay de ello. Música, algunos amigos y por supuesto maestros. Por ejemplo mi maestro de historia que mencioné en otro post, y el de matemáticas, que no mencioné, porque las matemáticas no me gustan ni me gustaban e inconcientemente lo olvidé. Pero no le quito mérito y le dedico este post.
De lo que me acuerdo de la secundaria, como novedad, era los extraordinarios. Supe de ellos y comprendí que ya no estaba en la primaria. Les tenía miedo porque me iban a quitar las vacaciones, eso para mi era el peor de los pecados.
Cuando estaba en la primaria sacaba de ocho para arriba, pero cuando llegué a la secundaria empecé a sacar de 7 para abajo, !que barbaridad¡, sentí lo que era tener cero en un examen(mini examen pero cero a final de cuentas).
Así es que el extraordinario me asechaba, me asechaba por huevón y poco organizado, yo temía por mis vacaciones. El primer año lo pasé, lo pasé sin extraordinarios sin problemas, simplemente me quedé en mi casa disfrutando de las mieles del verano.
En segundo pasó similar, sufrí con las materias y más porque cambié de sistema. Ahora estaba en educación personalizada; las libertades me llevaron al lado oscuro de la fuerza y eso me llevó a decaer en mi promedio.
Mis padres lo único que me reclamaban era que no estudiaba y no trabajaba en las clases. La única materia que tenía bien, no era deportes, sino historia. En esa materia sacaba diez sin ningún problema, pero matemáticas, matemáticas era otro boleto.
Lo mismo pasó en segundo, pasé todo sin irme a extraordinario con un fabulosos promedio de siete en matemáticas, pero, lo peor vendría después.
Las demás materias exactas, química y física, las tenía controladas con mediocres sietes, pero matemáticas, matemáticas me atormentaba.
El primer parcial, cinco, me dijo el profesor “tienes que sacar mínimo siete para no irte a extra”. Segundo parcial seis, tercer seis, cuarto seis. El profesor me decía “eres el anticristo puros seis en tu boleta”, y seguí en el quinto, era ese mi salvación o el temido extra me quitaría el privilegio de huevonear.
Todos los días y todas las noches hacía los ejercicios del Baldor y los de trigonometría, todas las mañanas en mis receso iba preguntar y hacía todas mis guías. Buscando principalmente sacar un siete que ne diera un seis en la calificación final.
Llega la hora de la verdad, el profe la hace de emoción y me dice “no lo puedo creer”, yo me decía “malditas matemáticas, las odio con toda mi alma”. “Sacaste diez”... me quedé con cara de idiota y salí feliz de la vida al billard con mis amigos a festejar.
En realidad sigo odiando las matemáticas, no me gustan y lo que hice no fue por superarmeo amar a la materia, fue básicamente no dejar que la materia que tanto odiaba me quitara mis vacaciones. Pero queda claro, que mi profe, me tuvo paciencia y logro junto conmigo sacar un diez inédito en la boleta.