viernes, 26 de diciembre de 2008

Sìntesis navideña

Aquí estoy, después de algunas fiestas, enfermo de tos, irritado de la garganta y un poco desvelado. En esta ocasión Santa Calus me trajo lo que yo quería así es que no puedo quejar, estoy de maravilla.

La cena del 24 estuvo adecuada y comí como pelón de hospicio, dormí y desperté temprano (no se en realidad por qué), el desayuno estuvo muy bueno y de nuevo comí como pelón y el karaoke, ya enterada la noche, sonó hasta la saciedad, canto tras canto desde Juan Gabriel hasta Vicente Fernández.

Me retiro, pues ahora tengo que pagar algunas deudas...

miércoles, 17 de diciembre de 2008

Uno de mis muchos alumnos, lo conocí cuando cursaba el tercero de primaria. Inquieto, juguetón y muy noble. La primera vez que estuve con él, estaba supliendo a su maestro titular y pretendía mandarlo a la dirección porque estaba molestando a unas niñas.

Cuando lo saqué, lloró suplicando que no lo sacara y que se iba a portar bien. Accedí y continuó la clase bastante tranquilo.

Durante el tiempo en el que trabajé en el colegio, le tomé cariño y siempre conmigo se portó bien (a pesar de ser muy inquieto). En una ocasión su mamá, cuando la conocí, me dijo que yo era su amigo grande.

Hoy, me enteré que estaba mal, muy mal y hoy casi a la una de la tarde me entero que falleció.

Me siento jodidamente triste, estoy muy muy triste porque es uno de esos alumnos que recuerdo mucho. Así también todos sus amigos y maestros pues él solía ser un niño noble un niño inolvidable.

Hoy, me siento muy mal y ya no se que decir, solo me resta concluir que lo recordaré siempre.

martes, 16 de diciembre de 2008

Cada 25, un mundo diferente



Siempre que hice mi carta, al hombre gordo corporativo conocido comercialmente como Santa Claus, tenía como referencia al cuate de todos los niños, Chabelo.

No todo lo que pedía me era entregado, sin embargo, nunca me sentí decepcionado. No me sentía mal por un juguete que nunca pedí pero del que eternamente me sentí atraído o hipnotizado.

Los playmobil, aquellos juguetes con los cuales nos comparamos en las fiestas cuando sostenemos un vaso lleno de cerveza o cualquier bebida alcohólica. Esos juguetes eran mi delirio, tenía todo un mundo de posibilidades listo para lo que sea.

Circos, granjas, naves espaciales, estudios de televisión, carreras. Todo era posible en mundo de playmobil. Era tradición cada 25 de diciembre, cada mañana cuando despertaba a mis desvelados padres por la llegada de hombre del gran sobrepeso.

Mi niñez fue entorno a esos juguetes tan simples pero a la vez complejos en su conformación de juego. Tardes enteras, mañanas de vacaciones, veranos ociosos o cualquier momento en el cual necesitara de un entretenimiento alejado de la caja idiota, las salidas en el coto o los juegos de Nintendo.

Desde que tengo memoria, tengo un playmobil; siempre han estado conmigo y les guardo un gran cariño. Me acuerdo muy bien cuando iba a la Colonial a ver los juguetes, observaba con detenimiento ese mundo infinito de escenarios, ese mar de posibilidades y de momentos gratos.

Si tuviera hijos, y los playmobil existieran, estaría seguro de que ese sería su primer regalo.

viernes, 12 de diciembre de 2008

Guadalajara diferente


La luz del mundo en Guadalajara, ha sido uno de los misterios que me causa cierto asombro. Es verdad que esta ciudad es conservadora y es una gran verdad que la gente suele ser intolerante con otras religiones.

Soy oriundo de la Perla de Occidente, y toda mi vida ha trascurrido en mi querida ciudad. Conozco a mi gente y suelo cuestionar sus costumbres. Durante casi toda mi vida de estudiante, estuve en colegios ultra católicos (contrario a las creencias de mis padres como gran ironía). En ese tiempo me enseñaron a ser intolerante, a no admitir otras religiones, a ver a los judíos como un grupo que propagó un magnicidio o “ser parte de un hogar católico que no acepte ninguna propaganda protestante”.

Cuando estaba en la secundaria, leí un ejemplar del antiguo periódico “siglo 21”. En esa lectura me percaté de la existencia de la luz del mundo y ese enorme templo que era una afrenta a la arquidiócesis (la misma que ordena más sacerdotes en el mundo). ¿Qué puedo decir al respecto? esa congregación es una cuestión irónica en una ciudad tan católica.

De ahí en adelante pude observar un mundo diferente, mi querida Guadalajara no era la misma que me planteaba aquel maestro de historia que se refería a los demás (los no católicos) como sectas condenadas al infierno. Observé más apertura y la gente más conservadora no tiene nada que hacer al respecto. Ahora para mi es común platicar con amigos budistas, judíos, católicos o protestantes. Discutir con anarquistas, comunistas, fascistas y dementes.

Guadalajara es conservadora, eso es claro, pero, en el fondo, somos una ciudad de contrastes con ideales tan diversos que no se pueden homologar en un pensamiento colectivo. Por lo menos, un gran porcentaje de mis amigos, enemigos, compañeros y conocidos son parte del cambio, de la ecuación que cambió mi tierra.

sábado, 6 de diciembre de 2008

Sábado ideal e intrascendente

Existen muchas cuestiones de las que mucho no se hablan, miniedades que no trascienden más de una entrada, una plática o tal vez un debate de proporciones violentas. Concreto no estoy ahora y ando un poco vago o tal vez muy perdido en las ideas de hoy sábado.

Oigo una de las treinta indispensables, pienso en ayeres valiosos, en fríos días veraniegos o inviernos cálidos dentro de las fiestas convencionales. Juguetes, consumismo, música, cine, ahora no hay nada más que un intrascendente recuerdo de “qué tal si...”.

Ellas en un momento marcaron un antes y un después, son básicas, no se borran de mi historia pero... nunca más las quiero ver. No las odio, no las amo, en realidad no significan nada para mi a la distancia física o de sentimientos.

Umberto Eco es necesario cuando no se espera y resulta increíble pensar lo que piensa, lo que fragua. Gran descubrimiento, gran recomendación, ahora mis lecturas serán vagas. Vuelta tras vuelta encontraré las ideas centrales.

Sábado cruel, sin inspiración, a las puertas de tantas ideas, de tantas mentiras y verdades, verdades y mentiras contadas y afirmadas por mi grupo en cuestión. Noticias que marcan un estresante inicio de año, tal vez el karma de hace un año ¿Quién sabe?

Anita, mi maestra de español, nunca me toleraste un sola grosería, ni una, aunque fuese en italiano. Te recuerdo con cariño por tu manera tan única de ser y tu ayuda para despejar mis tediosas matemáticas. Mi maestra de los actos de comercio, dentro del mundo ideal del discípulo de Sócrates y el maestro de Aristóteles, fuiste un complemento perfecto.

Disculpen por todo lo anterior, quizás no soy claro o tal vez no comunico nada. Hoy es un sábado cruel de aromas y recuerdos inolvidables.


martes, 2 de diciembre de 2008

Terrorismo matemático


Una vez, una alumno me agradeció por revisarle las tareas. Situación que viéndolo desde cualquier punto de vista, un profe debe hacer para que en verdad se realice un buen trabajo.

Ahora que platicábamos en la sobremesa, surgió el maldito libro Alfa de matemáticas en el quinto grado de primaria. Es maldito porque estaba lleno de ejercicios, cada hoja estaba repleta de números, atiborrado de nula diversión para un alumno más afín a las Ciencias Sociales.

Desgracia tan ogt la mía, tareas de dos hasta cuatro hojas, horas y horas haciendo tarea sin un objetivo más que darle gusto a la gorda maestra. Pero, siempre hay un pero, me fijé en algo que me ahorraría muchos problemas.

Como buen alumno ñoño, hacía todos mis ejercicios honestamente, todos sin importar lo aburrido o aterrador que fuese. Sin embargo, un ejercicio que hice mal me lo calificaron bien. Como niño observador me pregunte ¿qué tal si escribo números a lo pendejo?

Prueba, lo peor que puede pasar es una buena regañada pero ¿qué podía perder? Así es que la siguiente tarea, después del descubrimiento, escribí números a lo pendejo, hoja tras hoja estaba llena de número sin ningún orden o sentido.

Regresa el libro con las clásicas palomitas y un soberano diez en rojo. ¡Por los clavos de Jesucristo! tengo el hilo negro de la haraganería, por fin mis tardes serán libres y seré un niño sin tarea. Así es que todos los días, todas las tareas de matemáticas, iniciaban con los tres primeros ejercicios bien elaborados y, los demás, hechos al más puro estilo de un contador iletrado.

Nadie más lo supo hasta sexto de primaria, cuando la maestra nueva se dio cuenta. De eso se percató por un pequeño detalle, ella revisaba cada uno de los ejercicios. Es ahí cuando terminó mi terrorismo matemático en e cual 700 + 1000 podrían ser 1850.