sábado, 17 de enero de 2009

De la facultad a Silvio


Son difíciles los recuerdos o las reuniones, momentos de gran emoción y poca proyección. Ayer, estuve reunido con aquellos compañeros o, más bien, aquellos amigos con los que conviví hace mucho cuando fue un estudiante regular.

Generalmente, se platica lo necesario, simples y llanas anécdotas que causan risa, momentos de ridículo irracional, emociones encontradas y viejos amores platónicos e imposibles. Recuerdos, recuerdos en los cuales recibimos un aliento de vida que nos dice “estamos por buen camino”.

Quizás deserté de esa carrera, quizás ya no pude ser lo que me pedían, ahora soy algo más de lo que pienso, más allá de mis expectativas soy un profesor que ama su profesión. Pero lejos de cursilerías y discursos motivacionales innecesarios, debo mencionar la historia de una de las 30 (que ahora son 31) canciones indispensables. Aquellas que marcaron un antes y un después, que pudieron llegar al azar o por mero regalo.

En esas épocas de estudiante, presencié a Silvio Rodríguez, marcó mis ideales y mis mejores momentos. Entiendo que es una cuestión polémica, sin embargo a mi no me importa, me quedo con lo que pienso.

Hubo una vez un amor fallido, que otorgó una pauta musical que hoy día no cambia. Gracias a mi querida amiga lo encontré. Siendo estudiante de la facultad, fui al concierto de la filarmónica de Cuba dirigida por Brouwer con invitado especial.

Silvio, quien era más que un invitado, fue el pretexto de un regreso muchas veces pedido. Años, muchos años fueron los de su ausencia y terminaron con aquel maravilloso concierto; en la explanada de la Expo Guadalajara justo cuando se tenía una Feria Internacional de Libro con Cuba a la cabeza.

Lejos de ser un largo concierto, un puñado de su repertorio fue suficiente para enardecer a un público insaciable. Fue entonces cuando Silvio Rodríguez pidió piedad a ese público devorador e inquieto. Finalizó, en una ovación interminable, con “te doy una canción.

Una guerrilla, un disparo, buscando el misterio del amor, en conclusión, esa fue la pieza musical que me atrapó y forjó un ideal. En otras palabras, el inicio de muy buenos recuerdos.

viernes, 9 de enero de 2009

Momentos globales

Me he topado con cuestiones globalizantes, me han contado de la globalización, he sabido de mariachis croatas o japoneses, Cat power canta "Angelitos negros", un amigo paisano preparaba pizzas en Londres, algunos de mis alumnos hablan tres idiomas antes de cumplir los doce, Corona es la cerveza de mayor venta en el mundo, he platicado con amigos en Australia, Holanda, España y Uruguay al mismo tiempo, he probado carne de cordero procedente de Nueva Zelanda, bueno… hasta una amiga nacida en Guinea Ecuatorial residida en Zaragoza; me dijo que sabía de Guadalajara por la polémica Tvnovela "Las tontas no van al cielo".

Después del preámbulo, algo que me alegro el día, un video insólito, inédito y bizarro. Todo lo que mencioné, no se compara con lo siguiente:

Pink Floyd interpretado por un conjunto norteño en una cantina, ¡carajo!, eso nunca lo he visto. En fin, "All in all it's just another brick in the wall".

Gracias Andrea por el aporte.

miércoles, 7 de enero de 2009

La música al azar.

El día en que escuché Breathe ( 2 AM) de Anna Nalick, estaba preparándome para lo que sería una larga despedida. La ropa de siempre, un poco de loción y el día que amenazaba con una lluvia tapatía. Eran el preámbulo con una banda sonora al azar.

La canción no representaba nada, de hecho, llegó a mí por accidente. Parte del soundtrack de “A lot like love” (una película que vi con una amiga) fue la pieza del momento, digamos, adecuado y prudente.

La despedida se dio con la lluvia, el centro como locación y el inminente adiós. Ese día representó mucho por aquella canción. De ser una fútil pieza de una película que no significa nada hasta ser digna de un buen recuerdo.

Into Dust, fue la que marcó una terrible separación de la mujer que representó un amor lejano; un amor del que nada se pude esperar. Desesperación y malos entendidos concluyeron una tarde mientras escuchaba a Mazzy Star en mi vieja computadora.

The rip, Portishead, arribó a mi cuando estaba buscando música. Simplemente apareció en youtube lista y dispuesta a proporcionarme un onírico viaje a los mejores momentos de mi vida. La amargura del ayer sucumbió con cada nota, con la evolución y esos caballos blancos que nos dejan lejos de todo.

Es por eso que aquellos días me dicen que hoy tengo días mejores.

jueves, 1 de enero de 2009

Cierre y apertura



El año empieza, y antes de que terminara viví buenos momentos. Puedo mencionar como muy buen cierre un viaje improvisado a La Piedad Michoacán, LP (pronunciado en Inglés) o La Piedrita para los cuates. La calidad de gente, la comida y el ambiente fiestero hacen del pueblo un lugar visitable.

Recomendable para comer o beber: las patas doradas de Don Leobas, los tacos de Don Calles, guasanas asadas (allá las conocen como garbanzos), carnitas por supuesto, gorditas de la purísima, cecina, micheladas especiales del Tenampa y la fabulosa charanda “El tarsasco” con agua mineral y manzanita.

Fuera del resumen culinario de La Piedad y la coincidencia constante de su gente; del otro lado del puente llegaron las clásicas reflexiones de un final de año melancólico. No he podido resumir o asumir lo que fue, digamos que fue un año bueno, lleno de sorpresas e incontables anécdotas.

Me quedó también, con ciertos descubrimientos The rip con Portishead, Kubuntu para quitarme al fucking Gates, Pepe Corvina de Estrázulas, mis nuevas aventuras, amigos y grandes reuniones con discusiones incluidas.

No tengo propósitos, haré lo que se me de la gana (claro sin llevarme de corbata a nadie).