miércoles, 14 de mayo de 2008

Debo aceptar los regalos de la mesa directiva


El altar de muertos, un evento importante en la primaria y empezó cuando yo estaba en quinto a la edad de 10 años. Era un concurso y el más bonito, según la sociedad de padres de familia, directora y más agregados, se ganaba un premio.

Unos días antes, nos pidieron ayuda y me ofrecí como voluntario “te tocan las calaveras y te vienes en la tarde de tal día (no se cual exactamente) para armar el altar” me dijo la maestra.

Cabe mencionar, que una señora copetona e influyente se ofreció como voluntaria también. Haciendo una anotación sobre la copetona, hizo que su hija fuese la consentida de la maestra, logró que sacara puras calificaciones, los mejores trabajos y los más elaborados eran de ella (la mamá) y sus decisiones eran inapelables.

Cuando iniciamos los trabajos, la señora impidió que las manos torpes de los niños tocaran el bellísimo altar; lo único que se nos permitía hacer era asistir a la copetona con traer las cosas.

Sin nada que hacer, mejor me fui al altar de sexto y ayudé en lo que pude (a diferencia del de quinto los alumnos podían trabajar directamente en el proyecto). En la noche, todos los trabajos terminaron.

El altar de sexto era dedicado a todos lo familiares del salón (los que llevaron foto), el de quinto (el de mi salón) estaba dedicado a ni más ni menos que la mamá de la copetona, es decir, la abuelita de mi compañera y, como era de esperarse, el proyecto quedó impecable.

Ganó quinto, y digo ganó, pues el grupo fue un mero trámite para inflar el ego de la atenta madre de familia. Cuando nos llevaron el premio, a la mañana siguiente, la presidente de la mesa directiva se acercó a mi para darme “mi” regalo. No lo acepté y le dije que no merecíamos ese premio porque todo lo hizo la señora (todo eso lo dije con lenguaje de mi edad claro está).

El escándalo no se hizo esperar, y el repudio de muchos de mis compañeros también. Todo me indicaba que tendría problemas en los recreos.

La copetona se me quedó viendo con odio y me dijo: “tu no quisiste ayudar ayudo mi hija y sutanita” (la amiga de la hija) “tu te fuiste a sexto” (con ese comentario me tildaron de huevón y de traidor) todos los adultos y mis compañeros se unieron en una sola voz “intransigente y caprichoso”.

Me quedé callado, pero no acepté el regalo, de hecho no supe que fue; pero me quedó en mi mente la mirada de la señora, maestra y mis compañeros. Aunque cabe aclarar, que unos meses después, mi mejor amigo me dijo que si estaba de acuerdo conmigo y con él otros más que me confiaron el secreto; la copetona era una dictadora y su hija una cremosa.

1 comentario:

Carlos Avila dijo...

JA JA JA JA NO MANCHES!!
Mi mamá fue un día a preguntarle a la maestra por qué yo siempre sacaba el segundo lugar si yo era quien iba a los concursos de zona y esas madres. "Es que fulanita es hija de la presidenta de la asociación de padres de familia" y pues...
En la entrega de premios de la secundaria, la directora (y dueña de la escuela) me dijo "Este año no hubo chanchullo con fulanita..." (me cambiaron de salón) y me entregó el premio al primer lugar...
Hoy, ella es ama de casa, madre de dos niños y yo... pues yo ando lejos de ahí...